Lucí­a Pittaluga presenta una obra (o aún experimento) vinculada al cine y al audiovisual, donde la desmaterialización es un hecho.
Es que Lucí­a, en un acto muy cercano al de un arqueólogo, se apropia de una pelí­cula Súper 8 que ella y otros niños realizaron como trabajo de fin de curso en el año 1981 en el primer taller de cine para niños de Cinemateca Uruguaya.
Esta suerte de ready-made personal que expone la artista, totalmente descontextualizada y sin el sonido original, es presentada veinticinco años después en otra escuela de cine y sala cinematográfica, la Sala Dodecá.
Ella saca provecho de todos estos elementos; La Pelota es una obra pensada, diseñada y estratégicamente elaborada.
La obra de Lucí­a Pittaluga (no la pelí­cula) nos habla de un tiempo, de un momento, de 1981 en Montevideo, Uruguay. Época de oscuridad, no solo para los adultos. Al igual que muchos artistas jóvenes que están produciendo hoy en Uruguay, ella vivió toda su infancia en dictadura. Muchos de los artistas de su generación (quien escribe incluido) tienen como tema, en alguna de sus obras, la dictadura militar. La visión de éstos es completamente diferente a la de quienes vivieron de manera adulta, este perí­odo negro de la historia uruguaya. Se podrí­a decir que los niños la vivieron a una altura de menos del metro y medio.
Por otro lado, es de destacar, que en aquella época, organizaciones como Cinemateca apostaban a la cultura y a la libertad de expresión, y que también muchas familias incentivaban a los niños a desarrollar su creatividad y a trabajar en grupo, quizás, como un acto más de resistencia.

Gustavo Tabares