Durante el proceso de laboratorio realizado durante seis meses desde distintos lugares de América del sur, lxs artistas desarrollamos una mirada que profundizó en el trabajo de la fibra, en tanto cuerpo vital y orgánico. La urdimbre, metáfora de nacer, morir y renacer, como principio movilizador, reconstituyente y transformador de la materia. Una gestación, no sólo animal sino geológica, que se origina en una cavidad cómoda y cavernosa que nos prepara, nutre y protege hasta el momento de la expulsión hacia la superficie, para lo cual debemos desgarrar tejidos, herirlos y desangrarlos. Nacer es expandir las fibras que componen nuestro organismo hacia el universo, territorio y tiempo.

Trabajamos con la grana cochinilla; como tinte natural e histórico, que nos entrelaza en un puente hacia otro tiempo, en el que la imagen en América era sagrada y en el que el textil constituía un lenguaje escrito, frente a una Europa sumida en la peste.